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miércoles, 21 de noviembre de 2012

** SEGUNDA PARTE, CAPITULO 3: LOS TRENES DEL ANTIGUO IMPERIO MOGUL (III) - DÍAS 19, 20, 21 Y 22 DE NOVIEMBRE - 2011 **



capítulo 3 – LOS TRENES DEL ANTIGUO IMPERIO MOGUL (iIi)▼▼▼

** 22 DE NOVIEMBRE ** ▼ (Haz click aquí para mapa de ruta)


ORNAMENTACIÓN  EN  PALACIO  DE  UDAIPUR
En pago por la severidad de mis últimos juicios sobre ella, hoy la India me ha devuelto ojo por ojo. Ha sido eso, o que los ritmos a que te obliga el país castigan nuestros atrofiados organismos occidentales. O simplemente es que me acerco a la fecha mágica de un mes lejos del hogar. O todo a la vez, quizás. El caso es que el descanso nocturno no ha existido –paradójicamente en este país, he pasado frío-, y me he levantado como si me hubieran pasado todos los elefantes del fuerte Amber por encima. Los agrios comentarios de ayer seguramente fueron producto de la contaminación a que los fuertes contrastes del país someten al espíritu. Me estoy convirtiendo en un bipolar en mi relación con esta sociedad, y paso de la admiración a la repugnancia con pasmosa facilidad. Sea como fuere, el estado de mi físico me ha impedido disfrutar del palacio de la ciudad como se debería. Y desde luego, es un lugar para ser disfrutado.

PALACIO   DE   UDAIPUR   DESDE  EL   LAGO

La imponente superficie que ocupa tiene en planta la forma de un barco, aunque una vez más, tan sólo una pequeña parte está abierta a las visitas. Una parte fascinante, por cierto, por lo rico de sus interiores y su arquitectura. Otros espacios están ocupados por establecimientos hoteleros, que ofrecen habitaciones a partir del módico precio de 400 euros, o se alquilan para frívolas y multitudinarias celebraciones de personalidades locales o foráneas. Un rato después, desde el barco al atardecer, descubriré lo realmente impresionante que es el complejo del palacio.
De camino a los prosaicos jardines de Shalid Kibad, hemos debido efectuar un incómodo y largo rodeo, esquivando una zona de mercado que había sido previamente cerrada al trasiego automovilístico y peatonal por la policía de la ciudad, debido ello a la sempiterna cuestión de las tensiones religiosas entre la comunidad hindú y la musulmana. Al parecer, y según me comenta Ankit, en una mezquita de la zona ha aparecido escrita la palabra ‘cerdo’. El conflicto, naturalmente, estaba servido… Y poco rato después, y tras diez días de aquel otro que trepaba a las cumbres de Teherán, vuelvo a subirme a un telecabina -que no parece despertar mayor entusiasmo entre los habitantes de Udaipur-, para situarnos en una colina que ofrece una buena panorámica de 270º sobre la ciudad. Observado todo desde aquí arriba, nuevamente la mugre desaparece de las calles, y la trama urbana y sus contornos aparecen esplendorosos. Desde esta posición aventajada, he podido avistar la estación de ferrocarril, y su material de dos anchos.

VISTA      PANORÁMICA     DE      UDAIPUR

GRÚA  A  VAPOR  DE  LA  VÍA  MÉTRICA
       ESTACIÓN    DE    UDAIPUR
Casi a vista de pájaro, hemos contemplado una ALCo efectuando maniobras con una larga composición –lo habitual- de los conocidos coches de viajeros en sus dos tonos de azul, muy probablemente los mismos en los que esta noche abandonemos la ciudad hacia Mumbai. Cuando al momento siguiente, franqueamos el umbral de la coqueta estación, vemos que ésta presenta un marcado carácter provinciano, con un muy escaso movimiento de circulaciones. Udaipur, no hace mucho tiempo, fue el epicentro de una extensa red mallada de vías métricas, pero ahora, tras la conversión de ancho de las principales, y el cierre de algunas otras, sólo posee un esquema simple de vías del ancho indio, y algo equivalente en la vía estrecha. A falta de movimiento de trenes, me recreo en la contemplación de un coche de la vía métrica rotulado en un extraño inglés ferroviario como de ‘remedio de accidentes’, y de una robusta grúa a unos metros del anterior. Cuando uno se fija bien en ella, descubre que a pesar del aparente moderno diseño, su accionamiento es…¡a vapor!, y posee una antediluviana distribución plana del tipo Stephenson. Un engendro curioso, cuando menos.

UDAIPUR
La vuelta en barco por los contornos del Pichola, bajo la luz de un atardecer sin nubes me ha llevado, y de nuevo en este país, a la ensoñación. Udaipur, con sus palacios- islas, sus verdes montañas y sus hermosos penachos mogules reflejándose orgullosos en el agua, es, decididamente, un maravilloso y embriagador lugar del orbe. El espectáculo nocturno de folclore y música autóctonos que hemos presenciado poco después, ha constituido un magnífico broche a nuestra estancia en la ciudad, esta seductora ciudad.

ESPECTÁCULO NOCTURNO DE FOLKLORE LOCAL
Y antes de abordar el ‘Udaipur – Bandra Superfast Express’, que tras mil kilómetros nos llevará a otras latitudes, me ha quedado claro que Ankit es, además de un encanto, un chico eficiente donde los haya. Mi chaqueta olvidada hace unos días en un ya lejano hotel, ha sido recuperada sin mayor problema, teniendo en cuenta la pesada burocracia y los tediosos procedimientos del país. Casi un milagro. Se lo agradeceré de corazón a partir de Frankfurt, dentro de tres días, cuando la temperatura baje bruscamente treinta grados.



        
         ** 21 DE NOVIEMBRE ** ▼ (Haz click aquí para mapa de ruta)



HOTEL  EN  KUMBHALGARH

FUERTE  DE  KUMBHALGARH
  Las sensaciones de ayer noche al contemplar Kumbhalgarh fueron tan intensas que el fuerte, de día, casi necesariamente habría de decepcionar. No es que no sea bonito –que los es- ni grande: sólo el perímetro exterior de muralla mide 36 kilómetros (únicamente superado por la muralla china en longitud), y aquella alberga no menos de 300 templos de diversos tamaños en el recinto que delimita. Sucede que son ya tantos los fuertes magníficos que he contemplado a lo largo de la estancia en el país que las retinas llegan a saturarse ligeramente. Y sucede también que lo de la pasada noche fue… muy especial. Aún así, la visión desde lo alto es espectacular, por hallarnos a 1200 metros de altura. De hecho, durante el monzón, el palacio queda por encima de la cota de las nubes, me asegura Ankit.                                                                             
FUERTE   DE   KUMBHALGARH

Tras compartir conversación y un té con un grupo de dos simpáticas mejicanas y una francesa, hemos continuado hacia Udaipur por una carretera en mejor estado que las de la jornada anterior, aunque las emociones al volante nos han seguido acompañando. La región nos ha mostrado durante buena parte del recorrido su faceta más rural. Toda la superficie de tierra aparece vallada, consagrando la propiedad privada. Ello ocurre incluso en los montes de escasa altura que jalonan la ruta. En el llano, los barbechos aterrazados son tratados y cultivados de forma ancestral, con arados y norias movidas por bueyes o búfalos. Así, de esta guisa, vive todavía la mitad de la población de la India (algo así como doce veces la población de España).


  
Al acercarnos a Udaipur, el paisaje se torna más y más atractivo, y sugiere inmediatos recuerdos de otros lugares del mundo. Es esta ciudad muy distinta a las anteriores, y de una gran belleza, con numerosos lagos cuyas aguas bañan muy a menudo una magnífica arquitectura. Curiosa mezcla de paisaje alpino, mediterráneo y subtropical. Udaipur es, por tanto, una delicia.


ARQUITECTURA  DE  JAIPUR
ATARDECER   EN   EL   LAGO   PICHOLA
Al menos lo es… desde la terraza de mi hotel -un establecimiento bastante vulgar, por otra parte-. Cuando uno baja a la calle, se encuentra de nuevo en una ciudad india, con todo lo que ello significa. 
Al apartarnos de la arteria principal, a la que algunas construcciones y otros varios templos, como el hermoso Jagdish, añaden genuina singularidad, nos sumergimos de nuevo en la sordidez de la alcantarilla. Un hombre con una rata moribunda en unas tenazas me ha golpeado al pasar, y ha sonreído ante mi visible mueca de repugnancia. El lago Pichola es, contemplado desde sus orillas, una enorme balsa de basuras flotantes. En él abrevan perros y vacas por igual, y se lavan y bañan ociosos gurús y gente corriente, también por igual. Los residuos se acumulan por todas partes, pequeños torrentes de aguas sucias corren por ambos lados de las calles y, para mi asombro, estas gentes se encuentran tan cómodas viviendo en un entorno semejante. Reflexiono al punto que la suciedad trasciende lo cultural, y que es algo a lo que uno no se acostumbra con facilidad como seña de identidad del país.




GURÚS    EN    JAGDISH    TEMPLE
        E igualmente, y tras 10 días de estancia aquí, reflexiono de modo abstracto, y alterado por todas estas imágenes, sobre la realidad socioeconómica que percibo. A estas alturas, este país se me antoja un proyecto cerrado, gastado (a pesar de su enorme crecimiento), que se retroalimenta, y al que no veo fácil solución, más allá de castas y religiones. Los recursos son abundantes, pero siempre limitados, y el problema es que son demasiados a repartir. Lo que el gobierno, por encima de sus imperfecciones, puede ofrecer, son soluciones provisionales que se convierten en permanentes, la mayoría de las cuales serían impensables en nuestras sociedades, por intolerables. Aventuro que, lastimosamente, puede que la cosa vaya a peor.



Con estas ideas, y con el fondo de fuegos artificiales y celebraciones de boda, que componen el retrato de una festivalera ciudad nocturna, claramente orientada hacia el turismo, me acuesto hoy. Bueno, y con un agudo dolor en mi barriga, debido a las 'samosas' excesivamente sazonadas con un curry duro como el agua del Pichola.  
                                                                                           
    
         ** 20 DE NOVIEMBRE ** ▼ (Haz click aquí para mapa de ruta)


CASI UN MILAGRO: CARRETERA INDIA VACÍA
Es un hecho observable que, a medida que uno se dirige hacia el este del globo desde Europa, los modos ortodoxos y las buenas formas al volante se van degradando progresivamente. La frontera que marca una diferencia clara podría ser el estrecho del Bósforo, y esta característica desaparece sólo cuando llegamos al Océano Pacífico (más allá, Japón es una exquisita excepción, debido seguramente a su insularidad). Vaya Vd. a saber si tiene que ver ello con las distintas realidades culturales, o es algo que bucea en idiosincrasias más profundas. La India es el perro flaco en este caso, porque además cuenta con un manifiesto exceso de población: hay demasiada gente aquí, y casi todos tienen carné de conducir. Así que hoy comienza la primera de dos jornadas electrizantes en automóvil. Y la cosa no es para tomársela a risa, puedo asegurar.

Las carreteras aparecen permanentemente ocupadas por artefactos con ruedas de toda clase: tuc tucs, camiones antediluvianos, lentísimos convoyes militares, tractores, un ejército de motocicletas y bicicletas… y por toda suerte de representantes de la clase mamíferos: perros, rebaños de ovejas, bueyes y vacas cruzando… y, por supuesto, multitud de personas utilizando ambos arcenes como caminos; en una ocasión hemos visto como a un dromedario de un pequeño rebaño lo golpeaba ligeramente un camión, con su chasis a punto de quebrar bajo el peso de la montaña de fardos que portaba. Todo ello es normal para los locales, que aplican la única regla que parece existir aquí: si hay espacio físico, se adelanta. Pero el espacio no es algo que abunde en los viales del país. En muchas ocasiones, cuando la colisión es inminente, sólo un ágil golpe de volante en el último momento evita la catástrofe. Afortunadamente, el estado de las carreteras (que se mueve dentro del rango aceptable-deplorable-calamitoso) no permite velocidades altas, y Papu, nuestro conductor, es un tipo prudente: ha llegado en varias ocasiones a parar para ceder el paso a los vehículos de sentido contrario. Aún así, en bastantes momentos –demasiados, quizá-, las ruedas de uno u otro lado han abandonado el asfalto y han besado la tierra.

LÍNEA   DE   JAISALMER  A  BARISADRI
ESTACIÓN  DE  RANI


El paisaje se mueve quizás entre la sabana africana y el perímetro del ‘outback’ australiano, y curiosas formaciones rocosas comienzan a puntear el mismo. Cruzamos en un par de lugares la línea de ferrocarril que desde Jaisalmer se dirige a Barisadri, que hasta no hace muchos años era de ancho métrico. Ankit intenta distraer mi nerviosismo con sus sabrosos comentarios, y decididamente lo logra. Me refiere que ayer, debido a la niebla, los trenes de la zona de Agra llegaron todos con más de dos horas y media de retraso. Entiendo que dada la densidad de vida sería de locos mantener velocidades elevadas en esas circunstancias. Y, con respecto a las numerosas celebraciones de boda que observamos estos días, en cualquier día de la semana, dice que en los meses anteriores no tuvieron lugar porque ‘los dioses estaban durmiendo’. Aprovechad su vigilia, novios.

MONJE  DE  RANAKPUR
TEMPLO  JAINISTA  DE  RANAKPUR
En la ruta aparece el templo Jainista de Ranakpur, atendido por los monjes que en él habitan –cosa común aquí-, que ofrece la curiosa particularidad de no repetir en ninguna de sus numerosas columnas el mismo diseño, y cuyas bóvedas de mármol muestran una filigrana tallada de singular belleza. A partir del lugar, la morfología del terreno y el paisaje comienzan a cambiar, y la carretera se retuerce entre montes de media altura cubiertos de vegetación. Papú asegura haber avistado tigres sueltos en esta zona hasta en tres ocasiones. Le creo, aunque en algún sitio he leído que los tigres en libertad del país no van más allá de los 2000 ejemplares. Tras un rato más de tortuosa ruta, llegamos al pintoresco lugar donde comeremos en la jornada de hoy. Se llama ‘Casa Manolo’, y sin embargo, no sirve tortilla de patatas.


FLORES  EN  LA  CARRETERA  DE  KUMBHALGARH
El fuerte de Kumbhalgarh al que por fin llegamos al final del día, sólo se ilumina 45 minutos para el espectáculo de luz y sonido –este último, sólo en hindi-. Ha sido más que suficiente. Desde la distancia, el cuadro que ofrece en la amarillenta luz de vapor de sodio, es una de las imágenes que quedan grabadas en la memoria para siempre. Bajo un aplastante y arrebatador cielo estrellado, libre de contaminación lumínica, ha constituido una de las contemplaciones más profundas y emocionantes de todo el viaje. Memorable. Cuando las luces se han apagado por fin, Ankit ha bromeado diciendo: ‘si oyes un ruido, seguro que es un tigre; apaga entonces rápidamente la linterna’.

Y el círculo del placer se cierra esta noche al ocupar la habitación de uno de los hoteles con más encanto de los que he disfrutado en mi vida de viajero. Muy lejos –por primera vez durante la estancia en el país- del exceso de las ciudades y de su sinfonía de ruidos nocturnos, y rodeado de exuberante vegetación tropical, éste es un sitio que te atrapa, te deleita y te invita –a pesar de los numerosos apagones- al descanso más medicinal. Los pausados gritos de los monos y de algún ave nocturna exótica me arrullarán en esta velada mágica.

         ** 19 DE NOVIEMBRE ** ▼ (Haz click aquí para mapa de ruta)


JODHPUR
 Creo haberlo dicho ya. Los extremos que la India nos presenta durante nuestra estancia en el país no deben tener parangón en todo el orbe. Uno tiene aquí la impresión de estar jugando permanentemente al juego de los contrarios. Tales vaivenes en la exposición a que nos vemos sometidos llegan a alterar la ecuanimidad en el juicio, y desde luego que el mío fue en exceso severo ayer por la noche, cuando incluso llegué a bautizar mentalmente a Jodhpur como ‘la ciudad de las ratas’. Porque hoy, Ankit me ha explicado que el dios Ganesha –uno más del panteón de dioses hinduístas-, representado con la figura de un elefante y administrador de buena fortuna, utiliza para sus desplazamientos un carro tirado por ratas. Así que, si no veneradas, aquí las ratas son, cuando menos, respetadas. Voy entendiendo. 
FUERTE   MEHRANGARH
                                                                                                    Jodhpur es una bella ciudad, sin tachas. Ya con el día, y mientras subimos al fuerte Mehrangarh, se desplega a nuestros pies y a ambos lados de la fortaleza una masa de viviendas de color azul, y despuntan aquí y allá una serie de colinas sobre las que se erigen templos, murallas e históricos edificios que atrapan la mirada al instante y la embelesan… todo un encantador conjunto. Jodhpur, ‘la ciudad azul’ (así como Jaipur es ‘la ciudad rosa’)  es la más bonita de todas las visitadas hasta ahora en la India. El color azul de las construcciones es el responsable de tal acepción; con él, originalmente, se significaba que eran habitadas por Brahmanes, o miembros de la primera casta, pero más tarde se comenzó a pintar otras de tal modo, porque se descubrió que el índigo tiene propiedades refrescantes. Algo que, por cierto, no les viene nada mal a las casas de las llanuras rajastaníes, abrasadas por el sol.




CAMELLO  DESCANSANDO
Por encima de todos ellos, la maravilla del fuerte Mehrangarh. Cautivador. En el siglo XV, el rey a cuyo nombre debe la ciudad el suyo, decidió construir aquí una alta fortaleza, para mejor defensa de la misma. Las bellas torres de piedra arenisca talladas a mano de forma suntuosa caen a pico sobre los riscos, haciendo el lugar prácticamente inexpugnable. Tras la contemplación de las maravillas y riquezas que alberga en su interior, uno sale ligeramente confundido, y con la misma pregunta de todos estos días buscando respuesta. No creo que haya una nación en todo el planeta con un legado histórico tan impresionante, con un patrimonio tan rico… y sin embargo que ofrezca tantas dificultades para la vida humana, y con una pobreza tan manifiesta. A veces creo que no es sólo un problema de superpoblación.
   
FUERTE    MEHRANGARH
Del mismo modo que en el absolutamente ininteligible idioma hindi (más allá de expresiones simples del tipo ‘hola’, ‘si’, ‘no’…), los nativos inyectan numerosas palabras y giros del inglés, Ankit y yo hemos desarrollado en complicidad una especie de ‘espanglish’ muy utilitario, dado que su conocimiento del español es más o menos equivalente al mío del inglés. La comunicación es perfecta mezclando ambas lenguas. Aunque puedo asegurar que hago mis esfuerzos por aprender nombres en el idioma de aquí, creo que no recordaré en España mucho de lo aprendido, aparte, quizá, del nombre de mi plato favorito: ‘Chola Bhatura’ es el equivalente a mi paladar del ‘Dizi’ iraní, un exquisito plato de garbanzos en una salsa muy especiada y de deliciosos matices orientales. Lo descubrí por casualidad el día de la boda, y he repetido varias veces. Hoy, por supuesto, también

MAUSOLEO  HASWANT  THADA
MONOS  EN PARQUE MANDORE
                  
Las satisfacciones que Jodhpur procura al visitante van más allá del fuerte Mehrangarh. El mausoleo Jashwant Thada del marajá Jashwant Singh II, edificado en honor de este hombre que tanto hizo por la ciudad, se muestra magnífico cuando lo enmarco en mi objetivo de 50 mm. Los jardines Mandore ofrecen, con su conjunto de cenotafios numerados, construidos en la popular arenisca roja, abundantes motivos a la fotografía… así como los monos que lo pueblan, de una especie mucho más amistosa y tranquila que los exasperantes macacos vistos hasta ahora. Éstos son un amor.


El palacio del marajá Umaid Bhawan, el último de los grandes palacios erigidos en la India, parece obra de un megalómano, pero sin embargo se concibió con un propósito benefactor. De diseño inglés, mantuvo durante varios años ocupado y con trabajo a un ejército de 15.000 personas, y llegó incluso a contar con su propio ferrocarril, para el transporte de la roca utilizada durante su construcción. Su ‘hall’ evoca difusos recuerdos de escenarios utilizados por la industria de Hollywood.

PALACIO    UMAID    BHAWAN
Y, hablando de ferrocarriles, he sabido que hasta hace sólo dos años, la línea que se dirige a Fedusar era de vía estrecha, pero, para mi contrariedad, ha sido ensanchada. El día se acaba, hoy es sábado y jornada de reflexión en España, y me retiro a descansar antes de salir a buscar un lugar decente para la cena explorando el Jodhpur nocturno, no sin que las imágenes de los restos calcinados de un coche en el centro de la calzada, y el rostro de una anciana (quien, debido a vaya Vd. a saber qué enfermedad, presenta unas facciones tan macilentas y una piel tan arrugada y reseca que he retrocedido mentalmente en un segundo al Museo Nacional de El Cairo) aplastándose contra la ventanilla de mi lado en el coche, solicitando la ‘baksheesh’, hayan ensombrecido ligeramente la tarde.


▲▲▲ capítulo 3 – LOS TRENES DEL
ANTIGUO IMPERIO MOGUL (iiI)

sábado, 17 de noviembre de 2012

** SEGUNDA PARTE, CAPÍTULO 2: LOS TRENES DEL ANTIGUO IMPERIO MOGUL (II) - DÍAS 16, 17 Y 18 DE NOVIEMBRE - 2011 **



capítulo 2 – LOS TRENES DEL ANTIGUO IMPERIO MOGUL (ii)▼▼▼


         ** 18 DE NOVIEMBRE ** ▼ (Haz click aquí para mapa de ruta)



LOCOMOTORA  ALCo  EN  CABEZA  DE  UN  TREN  DE  BALASTO  EN  JAIPUR  JCN.

LOCOMOTORA EMD EN JAIPUR
Apuesto a que hoy va a ser una gran jornada de trenes. Como aperitivo, nuestro ‘Mahrudhar Express’ ha llegado con más de una hora de retraso a la estación de Jaipur Junction, debido a un arrollamiento múltiple en Dosa, una estación situada entre Agra y Jaipur, saliendo finalmente con hora y media; de forma inmediata han acudido a mi memoria episodios semejantes vividos en el pasado, en sitios tan dispares como Montpellier y Niagara Falls. Ocurre en todas partes, y en este país se me antoja algo más que corriente. Este tren de 21 coches procede de Varanasi, y lo remolca una robusta WDP 4 de EMD de atrevidas líneas; aunque la estación es de claro dominio ALCo, con no menos de media docena de estos ejemplares moviendo trenes o haciendo maniobras. Unas pocas EMDs se dejan ver también en cabeza de los más largos convoyes.



VACA EN LAS VIAS DE MERTA ROAD
ABORDANDO  EL  TREN  EN  JAIPUR
Aunque más tarde sabré que la impresión ha sido un espejismo, hoy he creído sentir que me voy acostumbrando al modo de vida indio. Jaipur Jcn. es –o me parece- una estación menos caótica y sucia que las vistas hasta ahora. De hecho, una cuadrilla de mozalbetes se dedica a recoger los residuos de las vías y de limpiarlas con chorro de agua a presión, siguiendo la consigna dibujada en un cartel ‘Keep Jaipur station clean’. Otros carteles distintos en la estación –y en muchas otras partes- me han llevado a reflexionar divertido sobre el uso tan particular que esta nación hace del idioma inglés. Así, encontramos retorcidos giros y expresiones de la lengua de Shakespeare tales como ‘Frieght transport’, ‘Delhi Bye – Pass’, ‘foriengner’ o ‘No Entery’. Estoy seguro de que Su Graciosa Majestad se lo perdona, a cambio del oro y las joyas que sus súbditos (‘nuestros amigos’, como les llama Ankit) sacaron del país a lo largo de la ocupación.

PAISAJE  DE  RAJASTAN  DESDE  EL  TREN
  
Ya instalados en nuestro departamento ‘Sleeper AC two tier’, como el del último día, abandonamos Jaipur a velocidad reducidísima, como aquí es la norma. De hecho, Ankit se ha subido en marcha, como muchos otros, tras conseguir unos sándwiches y unos refrescos en el andén. Por la derecha nos abandona enseguida la vía estrecha de Churu. Sin mucho esfuerzo aparente, nuestra locomotora americana lanza el tren a unos buenos 110/120 km/h, por una vía doble –sin electrificar- que presenta una magnífica calidad para la carrera. La circulación, como es norma en la Commonwealth, es por la izquierda. De hecho, la vía por la que ahora circulamos era también estrecha hasta no hace muchos años, circulando en paralelo a la de ancho estándar, y en Phulera todavía se ven vías de ese tipo abandonadas, en las que descansa el esqueleto calcinado de una ALCo YMD. El paisaje es del tipo sabana, con una buena presencia de árboles. En algunos momentos se abre para dejar paso a enormes extensiones inundadas, dedicadas a la obtención de sal. 

ATARDECER  DESDE  EL  TREN
Al final, este tren indio ha acabado por ponerme nervioso. A pesar del confort que supone ir solos en nuestro departamento , las pequeñas montañas de ropa de cama usada sin recoger en derredor nuestro, la acumulación de desechos de todo tipo bajo los asientos, los ratoncitos que de nuevo corretean alegres a lo largo del coche, y el tremendo impacto de mi cabeza contra la persiana metálica que inopinadamente se ha bajado ante mis narices en el paso entre dos coches… todo está contribuyendo a ello, así que me asaltan los deseos de llegar cuanto antes a Jodhpur; el paisaje dista bastante de ser bonito, y las líneas que confluyen a la nuestra que en mi mapa figuran como de vía estrecha, hace tiempo que ya no lo son.

Y a Jodhpur llegamos por fin entre dos luces y con una hora de retraso. Quizá por lo comentado antes, y porque mi organismo y mi espíritu andan algo enajenados debido el enfriamiento que padezco, esta noche la naturaleza del país me ha golpeado de forma inmisericorde, y el ambiente de la estación me ha superado por momentos. He padecido acercamientos de sujetos ofreciendo rickshaws, tuc – tucs,  y artículos y útiles de toda clase; de niñas que no tendrán ni tres años pidiendo limosna, que me agarran, que me impiden casi andar, a coro con sus jóvenes madres sentadas comiendo el pan que cogen directamente del suelo. Éste aparece lleno de personas, muchas, durmiendo o sentadas, esperando que pase algo…y yo soy, como poco, fuente de curiosidad para todos ellos. 

LOCOMOTORA DE VÍA ESTRECHA EN JODHPUR
Contemplo con estupor jóvenes hombres-araña arrastrándose con unas aperturas de piernas imposibles, mientras de un agujero salen una, dos… hasta ocho ratas, que corretean sin ser molestadas entre la gente y por los andenes; jamás había visto tantas juntas. Los bajos de la preciosa locomotora ‘Prairie’ de la vía estrecha, situada sobre un pedestal a la salida de la estación, aparecen asimismo llenos de tales animales. Así que, en un instante posterior, me encierro en la suite del precioso hotel-palacio que me ha tocado en suerte, sin ninguna intención de salir… antes de que el ánimo acabe por saltar hecho trizas.                                                         


         ** 17 DE NOVIEMBRE ** ▼(Haz click aquí para mapa de ruta)


Los locales se refieren, en un ligero tono jocoso, a la ‘mordedura de la cobra’ como a los nada infrecuentes desarreglos intestinales que los extranjeros solemos experimentar en la India. Bueno, el caso es que a estas alturas, la cobra todavía no me ha mordido, pero sí el tigre. El potente aire acondicionado en coches y edificios, y el contraste con el calor de la calle me han hecho coger un terrible resfriado. A consecuencia de ello, he ingerido agua del grifo para tomarme la pastilla de rigor, y Ankit se ha enfadado conmigo. ‘Ni los indios bebemos agua del grifo. No es agua corriente, sino acumulada en depósitos’. Segunda estupidez que cometo en el país. Las precauciones deben ser tomadas constantemente. En la India no resultan sencillas las cosas.

HAWA    MAHAL
MONOS   EN   LOS   TEMPLOS   DE   GALTA
De camino al impactante Hawa Mahal, o palacio de los vientos, observo más detalles que tras cinco días aquí, ya no me sorprenden en absoluto: pequeñas subestaciones transformadoras ubicadas justo al lado de las viviendas, algo impensable en Europa. Para el arrastre de los decrépitos carromatos de transporte –en los que se cargan desde lavadoras a tomates, desde bicicletas a estiércol-, se usa cualquier tipo de animal a mano (menos, naturalmente, las vacas): camellos, burros, caballos, elefantes… todos contribuyen al sostenimiento de la economía.  

Las primeras visitas de hoy nos han mantenido alejados de estas realidades recién descritas. El ‘Albert Museum’ de la ciudad es casi fastuoso en sus presentaciones, como fastuosa es la residencia del antiguo gobernador inglés en la que tiene su sede el museo. A continuación, el Templo Birla fue un regalo de la familia de igual nombre, una de las más poderosas de la India, y se construyó  en el mismo tipo de mármol que el Taj Mahal. Tan sólo tiene 26 años de antigüedad, pero su diseño es de un terrible atractivo. Tras la pequeña ceremonia hinduista que hemos presenciado en su interior, la foto del lugar me ha costado una tremenda bronca de un uniformado armado hasta los dientes. No lo he entendido muy bien pues, en contraste, el detector de metales a la entrada del templo ho ha servido para nada, como en la mayoría de las ocasiones aquí.
                                                                                                                                                                                           
PALACIO   EN   JAIPUR

 El siguiente destino nos devuelve a la India sórdida y cristalina, porque el siguiente templo es muy distinto. Galta Temple está dedicado al dios mono, y por supuesto, cientos de estos animales lo habitan. Se alimentan de ofrendas, y de basura. Porque el sitio es un enorme estercolero, y el hedor llega punzante desde todos los rincones, molestando  nuestro olfato. Otros animales, en menor proporción, trepan por las paredes del lugar. Apenas sorprende que se trate de ratas. Los gurús y peregrinos que viven en el lugar y cuidan de él, duermen literalmente entre ellas. Y la anécdota de la jornada ha sucedido a continuación, cuando nuestro chófer casi ha sido agredido por otro nervioso conductor, por no haber cedido –según este último- el paso, cuando tal cosa parece no existir en el país. No dejo de asombrarme.
TEMPLO   DE   JAGAT
TEMPLO   DE   JAGAT

Tras la visita al templo de Jagat, y antes de la comida, Ankit me muestra el cenotafio donde aún hoy se incinera a las majaraníes de Jaipur. Un curioso e inquietante lugar. La colación hoy, para descanso de nuestros estómagos, ha tenido lugar en un local de una afamada compañía americana de comida rápida. Y en el establecimiento, he cometido el desliz de pedir una hamburguesa ‘quarter pounder’, aunque Ankit me lo ha disculpado con una sonrisa. ‘Sólo pollo, sólo pollo’, aclara.


LOCOMOTORAS DE LAS VÍAS ANCHA Y ESTRECHA
MATERIAL  EN  JAIPUR  JCN.
Mi mapa de los ‘Indian Railways’ asegura que en la estación de ‘Jaipur Junction’ tiene su origen una línea de vía estrecha. Aunque está en marcha, desde hace bastantes años, un vasto programa de conversión de las líneas de vía de ancho métrico o inferiores al ancho estándar indio en todo Rajastán (y, por ende, en todo el país), afortunadamente aquí no ha llegado todavía. Confieso que, como aficionado, mi debilidad es la vía estrecha. Hemos contemplado la llegada de un tren y la la subsiguiente maniobra para invertir la marcha de la locomotora, una primorosa  aunque gastada YMD 4 construida bajo licencia ALCo, como muchas de sus hermanas mayores, y con cuyo sonido me he deleitado durante un buen rato. Arrastra una composición homogénea de doce coches de estilo colonial, todavía con freno de vacío y enganche de nariz. Le he calculado unas 450 - 500 toneladas, y nos aseguran que se moverá a la asombrosa velocidad de 80 – 90 km/h –para tratarse de vía métrica-, hasta su destino final en Churu, situado a 200 kilómetros de distancia. Cifras impensables en nuestro continente para explotaciones de ese tipo.

LOCOMOTORA DE LA VÍA ESTRECHA

                                                                                                                               

Y antes de retirarme al hotel a descansar e intentar recuperarme del enfriamiento, reparo en una pequeña delicia sobre un pedestal en la plaza de la estación: una locomotora de vapor de la vía estrecha, de rodaje ‘American’ pero de claro marcaje inglés. De hecho, fue construida por la muy  británica Bagnall en los años cuarenta, y y tan sólo hace unos pocos lustros que sus pequeñas ruedas dejaron de girar. 

  
         ** 16 DE NOVIEMBRE ** ▼ (Haz click aquí para mapa de ruta)


Según nos contaron anoche, algunas partes metálicas de la que iba a ser mi habitación de hotel se encontraban en tensión eléctrica debido a una derivación. Así que hubo que improvisar otro alojamiento, en el que, a pesar de insistir en que me daban la ‘habitación silenciosa’, la noche ha sido un tormento de largos bocinazos de locomotoras que entraban y salían de la estación de ferrocarril, cuyos maquinistas son tan ruidosos como sus colegas automovilísticos. No quiero ni imaginar cómo serían las otras habitaciones.

FUERTE       AMBER


SUBIDA  AL  FUERTE  AMBER


Para hablar del fuerte de Amber, como de otras construcciones históricas que vendrán a lo largo del viaje, hay que empezar a pensar en grande. Estamos hablando de la antigua capital de Rajastán (la nueva es Jaipur, una ciudad de ‘tan sólo’ cuatro millones de habitantes), y se construyó cercada por un extenso lienzo de murallas que serpentean por las cumbres de los montes cercanos, como si de una pequeña muralla china se tratara. En su interior, viviendas en ruinas, y, por encima de ellas y de un pequeño pero hermoso lago con un huerto en su isla central, uno, dos… hasta tres fuertes. El más antiguo (S. XVI) es el más grande, y en él, y sobre su enorme conglomerado de palacios, vestíbulos y terrazas, vuelve a volar mi imaginación con las historias de princesas y marajás que me relata Ankit. Todo es de un exotismo exquisito. Los turnos para subir al fuerte en elefante son rigurosamente controlados, pues no se les permite a los animales mas que cuatro subidas y bajadas diarias, porque el calor y el esfuerzo les pueden afectar y ‘volverse locos’, como me cuenta mi amigo. Exactamente eso es lo que ocurrió hace tres años, y una guía fue pisoteada por uno de los proboscidios. No ejerció más.


Tras la independencia de la India, la influencia y los privilegios de los varios centenares de marajas que gobernaban el país a modo de reyes feudales fueron progresivamente recortados, y muchas de sus riquezas confiscadas en aras del bien común. De estos recintos, en particular, se extrajeron hasta dieciséis (!!) camiones grandes del ejército indio llenos de oro y joyas. Hubo que enviar varias expediciones de soldados para localizar aquellos, pues las primeras sucumbieron a los picotazos de miles de serpientes ponzoñosas que se encontraban en las cámaras de los tesoros. De película.

PALACIO    DE    JAIPUR
Porque sí, como ya he dicho, la India es un país muy rico en recursos de todo tipo, y uno no acaba de entender porqué mucha gente aquí pasa necesidades. El centro de la ciudad rosa, pues así es como se conoce a Jaipur, está ocupado por el palacio de un marajá fallecido hace unos meses. Su sucesor actual, el único hijo varón, tiene tan sólo 14 años. La familia sigue viviendo en un suntuoso edificio más allá de las primeras murallas, y una parte de los edificios son accesibles. Los ingresos procedentes de las visitas van directamente a la familia de nobles, a pesar de que los fastuosos trajes, los delicados lienzos y los salones con sillas de plata maciza… muestran a las claras que esos ingresos no les son necesarios para la subsistencia. Al salir del palacio, la India real. De nuevo, una muchedumbre que ofrece desde libros hasta tarjetas de memoria, desde servicios de ‘rickshaw’ hasta pulseras artesanales baratas. Otros no ofrecen nada. Se limitan a implorar cualquier cosa desde el suelo, mientras arrastran penosamente sus cuerpos deformes, a los que casi siempre les falta alguna parte. Jamás vi tanto contraste.

PUERTA  DEL  PALACIO
ENCANTADORES    DE    SERPIENTES
Los encantadores de serpientes se dejan ver por aquí de nuevo, mientras suena la llamada del Ajan, que es como se denomina al muecín en esta parte del mundo. Una nueva forma de vida puebla las calles: pequeñas piaras de unos cerdos grandes, negros y a manchas hozan despreocupados en el fango de las calles. Estas escenas van a tono con la contemplación del lugar donde lavan los platos del restaurante donde ha tenido lugar la humilde colación del mediodía. Casi se ha ofrecido a mis ojos por error, mientras buscaba el cuarto de baño (por llamar de algún modo a tan apestosa e inmunda celda), y ha resultado un espectáculo altamente vomitivo.

En las afueras de Jaipur, el palacio de Jal Mahal, en el centro de un lago, es casi imposiblemente romántico, aunque no es mas que un pabellón de caza, pero Ankit me asegura que en el pasado también se alquiló para pasar la noche de bodas a parejas de recién casados. No se me ocurre un mejor lugar para tan carnales menesteres.

JAL MAHAL
Y, como también yo tengo un pequeño palacio mogul como alojamiento, hoy toca retirada temprana tras la cena –¡qué experiencia la vuelta nocturna en tuc-tuc!-, para disfrutar de los aposentos. La India es un país duro, incluso a veces muy duro, aunque al final casi creas que te vas acostumbrando; es por supervivencia, supongo. La necesaria abstracción llegará a ser casi total tras el gin-tonic que saboreo en la terraza del hotel, con el universo de pequeñas luces de la ciudad a mis pies.



▲▲▲ capítulo 2 – LOS TRENES DEL
ANTIGUO IMPERIO MOGUL (iI)