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viernes, 10 de agosto de 2012

** SEGUNDA PARTE, CAPÍTULO 1: LOS TRENES DEL ANTIGUO IMPERIO MOGUL -DÍAS 12, 13, 14 Y 15 DE NOVIEMBRE - 2011 **

           

capítulo 1 – LOS TRENES DEL ANTIGUO IMPERIO MOGUL (i)

        
         ** 15 DE NOVIEMBRE ** (Haz click aquí para mapa de ruta)


La salida de Agra hacia el primero de los destinos de hoy se me ha antojado un imposible. Un enjambre de vehículos de todo tipo, más las vacas y búfalos, carros tirados por camellos y burros, nutridos grupos de perros callejeros, incluso árboles en el centro del asfalto… todo entorpece la marcha aquí.  La lucha por la supremacía de la calzada es el día a día de los conductores de este país. Lo de hoy no ha sido hora punta. Todos los días, a todas horas, es así. El permanente concierto de bocinas de todos los tonos e intensidades amenaza con deshacer los tímpanos.

Cuando por fin salimos a la autopista de peaje, uno descubre que no por ello la conducción puede ser más relajada, pues nada más ingresar en aquella, hemos debido ‘ceder’ el paso a una camioneta en sentido contrario (no mencionaré las motos y bicicletas haciendo lo mismo). Los tractores se paran alegremente en el carril rápido, y los búfalos cruzan sin prisa la calzada para ir a bañarse a una pestilente charca del otro lado. Tras un rato, uno llega incluso a tranquilizarse algo.

'PUERTA DEL SOL' INDIA
FATEHPUR  SIKRI
Otra tierna historia de amor está escrita en piedra a unos 40 km de Agra, en la abandonada ciudad de Fatehpur Sikri. Un extenso recinto cuyos palacios fueron construidos para las favoritas del emperador Akbar, el más grande de los cuales se erigió en honor de la princesa que le hizo renunciar a su religión por amor, y que le correspondió alumbrando a su primogénito. El complejo constituye un pequeño paraíso para los amantes de la fotografía. Un minarete cercano más allá de las murallas se erige como punto de origen de la kilometración para las carreteras del país, la ‘Puerta del Sol’ india.

FATEHPUR  SIKRI

I'TIMAD-UD-DAULAH
Ya de vuelta en Agra, el pequeño Taj Mahal de I’timad-ud-Daulah es otra delicia en mármol blanco, al otro lado del río Yamuna. Sus dimensiones no son comparables a las de su hermano mayor, pero es muy elegante –aunque apenas visitado por los turistas-, y en una de las esquinas del cuidado césped que lo rodea hemos encontrado un numeroso grupo de monos juguetones. Bueno, ello ha sido así hasta que han empezado las peleas. Como hemos debido atravesar su ruidosa asamblea, Ankit me ha lanzado un prudente consejo: ‘no los mires; si los miras, te atacan’. Vamos, ni se me ocurre.

                                                                                   
Porque los monos deambulan alegremente por toda la ciudad. He visto al paso de nuestro vehículo una numerosa colonia sobre el cauce y las orillas de un execrable arroyuelo cuyas inmundas aguas iban a dar al curso del Yamuna. Y, en relación con este río, con sus orillas cubiertas de residuos flotantes de todos los tamaños, y en el que grupos de atrevidos muchachos se zambullen buscando un contrapunto de frescor al implacable sol del mediodía, hoy he cometido una estupidez de las muchas estupideces que uno puede cometer en la India, en sus hábitos de ciudadano del primer mundo. Ankit ha comprado una bolsita de unos extraños frutos verdes en un puesto callejero, y a su degustación me he lanzado complacido. Son frescos y sabrosos al paladar, aunque me han resultado algo duros. Cuando mi guía me ha solicitado una bolsa de plástico para echar las cáscaras, he replicado inocentemente que a qué cáscaras se refería. Ha rematado el asunto diciendo que 'no tengo por qué preocuparme, porque aunque se crían en las orillas del Yamuna, los suelen lavar antes de la venta’. Todo el suceso me ha mantenido alarmado por un buen rato. En este país caliente y sucio, se encuentran presentes todas las enfermedades y plagas conocidas del orbe -y probablemente algunas que están por ser descubiertas todavía-, y todas ellas parecen acechar en cada esquina. Mi estómago debe estar hecho de algún material noble. No ha emitido ni una queja.


Nagla Ghara es una aldea típica de esta zona, incluída en el tour de hoy. Nos ha enseñado la sencillez espartana con la que vive esta gente en el campo, dedicados por completo a duras labores agropecuarias. Toda la superficie que veo alrededor son pequeñas huertas en las que picotean indiferentes grupos de hermosos pavos reales. Hay pobreza, sí, pero se percibe aquí un modo de vida más saludable que el de los suburbios vistos en las grandes ciudades, que imagino infestados de ratas.

LOCOMOTORA ELÉCTRICA WAP 4 EN AGRA CANTT
Agra Cantt Station se me antoja algo más ordenada y menos atestada que la estación de New Delhi (o quizá me voy acostumbrando poco a poco al gentío). El caso es que, tras dos cambios de andén, finalmente nos acomodamos en el departamento de nuestro ‘Sleeper A.C. Two Tier’, uno más de los 20 coches del ‘Gwalior Udaipur Superfast Intercity’, una composición normalizada de los ‘Indian Railways’, arrastrada por una locomotora diesel WDM 3, un genuino producto de la afamada ‘American Locomotive Company’. El espacio es cómodo y amplio para los estándares indios: cuatro literas separadas del pasillo por cortinas, y al otro lado de aquél otras dos en disposición longitudinal. La suciedad del techo y el ratoncito que corretea por debajo de los asientos, se han encargado de recordarme en qué país estoy. Cuando le he solicitado a Ankit por favor que no le hiciera daño, me ha sorprendido una vez más con su comentario.’¿Por qué habría de hacérselo? Él esta en su casa, y yo no'.

ATARDECER EN AGRA CANTT STATION


Y, aunque hemos viajado sólos durante las cinco horas y media de recorrido hasta Jaipur, a la llegada a ésta, ya cerca de la medianoche, compartimos un rato de conversación con dos simpáticas andaluzas que viajan sin más bagaje que sus reducidas mochilas. Pastora y Sara parecen encantadas de coincidir con hispanohablantes como ellas. Aunque tras dos días en el país, las jóvenes aparecen claramente superadas por los rigores de la vida aquí, y tras mi inoportuno comentario sobre las pocas facilidades que ofrece la India a los mochileros con escasa experiencia, han desdeñado nuestra compañía, y han desaparecido en la noche, tragadas por la muchedumbre.


          ** 14 DE NOVIEMBRE ** (Haz click aquí para mapa de ruta)


Los diversos vestíbulos, la sala de espera, y los andenes de la estación de New Delhi aparecen ocupados por una gran maraña de personas durmiendo en sacos o mantas roñosas cuando a las cinco de la mañana accedemos a ella. Ankit me cuenta que ‘todos viajan’, y me cuesta creerlo, pero para probarlo, el hombrecillo que tengo al lado se ha levantado de su improvisado lecho en el andén, en cinco minutos ha recogido sus pertenencias en una pequeña maleta, y tras unas labores elementales de higiene personal ha aparecido ante nuestros ojos como un viajero más y se ha dirigido hacia un tren para abordarlo. Sorprendente.

ESTACIÓN DE DELHI
VESTÍBULO DE LA ESTACIÓN DE DELHI
Por lo demás, el coche ‘second class A.C.’ (existen como unas ocho clases de acomodación distintas en los ferrocarriles indios, combinando las clases propiamente dichas con la existencia o no de aire acondicionado) del 'Shatabdi Express' con destino Bophal, es bastante parecido a los de los trenes europeos de semejante categoría, con cómodos asientos (eso sí, en disposición 3+ 2), y suficiente espacio para las piernas, avisos de megafonía en la sala, y una legión de empleados que nos ofrecen agua, te con pastas, una comida ligera, periódicos… ¡para un viaje de apenas dos horas! Prácticamente en su totalidad va lleno de extranjeros que se dirigen a Agra como nosotros. Los uniformados patrullan arriba y abajo los coches con perros entrenados; más tarde, a la llegada a nuestro destino, Ankit me confesará que existe una amenaza terrorista específica dirigida a los trenes de viajeros, ‘pero sólo para los trenes de clase inferior, donde viaja gente de verdad’ (!!).


Una vez superados los suburbios de Delhi, los más de 5000 CV de nuestra locomotora eléctrica monofásica WAP 5, un genuino producto de la factoría local de Chittaranjan (aunque de concepción suiza), nos lanzan a una espeluznante velocidad, que no alcanzaba en un tren desde hacía 18 días, entre Zurich y Viena. El estado de la vía (triple en la mayor parte del recorrido) es excelente, con una saludable entrevía, y le calculo unos 160 km/h en la mayor parte del trayecto, que presenta un rudimentario cerramiento en algunos trechos. Tan sólo en algunas estaciones sin parada ha aminorado algo la marcha hasta unos 80 - 100 km/h. Mientras charlo distraídamente con una chica muy rubia -y con un evidente problema de higiene dental- de origen australo-canadiense, nuestro ‘Shatabdi’ se cruza con largas composiciones clásicas de 22 – 24 coches o con EMUs de 10 coches, y con enormes, lentos y pesados convoyes de carga, que presentan invariablemente en cola un vagón que recuerda a los desaparecidos 'cabooses' norteamericanos. Desde el tren vemos que, en las cercanías de los núcleos de población, las vías son cruzadas por personas constantemente, y otras muchas se muestran sentadas en la caja o sobre los carriles directamente, evacuando los intestinos con parsimonia. Me pregunto si el viejo dicho español tiene alguna relación con estos sucesos. La presencia de niños, vacas -¡y hasta de un antílope!-, y los pasos a nivel cruzados a toda velocidad por los trenes –guardados, eso sí, por el enturbatado de turno con su banderín en alto-, componen un cuadro espantoso para cualquier ferroviario occidental. No acabo de creer a Ankit cuando me dice que hay pocos arrollamientos.

Cuando nuestra circulación sale a campo abierto, observo que toda esta zona del país es una enorme huerta hecha de parches de mediana superficie, que no deja ni un centímetro cuadrado de terreno sin aprovechar. Grupos de árboles dispersos jalonan esta gran despensa, posible gracias al clima subtropical de prácticamente todo el subcontinente, y a la abundancia de agua.

SALA DEL FUERTE ROJO
FUERTE ROJO
Agra es una ciudad sucia y polvorienta, llena de moscas y mosquitos de una agresividad irritante. Sin embargo, atesora varias maravillas de la creación humana. A ellas nos encaminamos sin pérdida de tiempo. Sólo la tercera parte de la extensión del Fuerte Rojo se encuentra abierta al público, pero sus salas hipóstilas, sus palacios erigidos en arenisca roja, sus vestíbulos de mármol y sus techos dorados le dejan a uno boquiabierto y con incógnitas por resolver. Los periquitos y las ardillas se mueven libres en derredor nuestro, en escenas de un exotismo de película. En uno de esos patios se conocieron las dos personas que harían realidad, con su deseo, la construcción que hemos visitado a continuación.


ATARDECER DESDE EL TAJ MAHAL
TAJ MAHAL
El Taj Mahal es pura poesía escrita con mármol translúcido. Es tan hermoso que corta la respiración. Es bonito desde cualquier distancia, cualquier ángulo, bajo cualquier luz. Un sueño romántico hecho realidad. Cuando Ankit me ha contado la historia de su génesis, casi me traicionan las lágrimas. Así como todo musulmán debe ir a la Meca una vez en la vida, todo ser humano –y, por supuesto, todo viajero que se precie- debería contemplar esta deslumbrante obra al menos en una ocasión. No puede dejar indiferente a nadie.


TAJ MAHAL
Ankit me ha invitado a una boda local a última hora del día. En ella he conocido a su familia, con la que he departido sobre el sistema de castas, aproximándome un poco más a los usos y modos de estas gentes. Ha sido un espectáculo sensorial, tan alejado de nuestras costumbres y de nuestra cultura que, hoy también, mis recreaciones de adolescencia sobre esta parte del mundo, se han hecho creíbles, sólidas. Y las he saboreado con sumo placer. 




         ** 13 DE NOVIEMBRE ** (Haz click aquí para mapa de ruta)

‘Delhi es una de las ciudades más inciertas del mundo. Es como una joven coqueta que se sienta primero aquí y luego allí, y después más allá, hasta que ochenta kilómetros cuadrados de terreno y veinte mil ruinas nos cuentan dónde ha descansado’
(John Foster Fraser)


OLD DELHI

CALLES DE DELHI
HUMAYUN
Existen dos Delhis, de la misma forma que existen dos Indias. Seguramente sean muchas más, que se van descubriendo a medida que avanza la estancia en el país y sus ciudades. Hoy, más alerta que ayer, he visto la otra Delhi, pero para describirla, como para describir otras cosas que están por venir, hay que rebajar el registro del lenguaje, y permitirle ser crudo. Hoy he visto muchas manos alzadas pidiendo limosna, he sufrido (en el más amplio sentido del término) numerosos acercamientos con ofertas de todo tipo, y he visto miembros y caras con enfermedades y deformaciones imposibles, dignos de películas americanas de serie ‘B’, acercarse y golpear repetidas veces contra los cristales de nuestro monovolumen ‘made in India’. He contemplado asimismo, con una mueca de terror, a encantadores de serpientes de mirada triste arriesgarse a una mordedura terrible por unas rupias; me ha impactado profundamente la agilidad con la que se movía un mendigo entre los coches… con una sola pierna, ocupado el lugar de la segunda por un muñón, o más bien, jirón de carne de terminación puntiaguda. Se requiere un potente ejercicio de abstracción mental y un ánimo bien templado (así como unas vísceras ordenadas y resistentes) para no sucumbir a las crueles imágenes que ofrece ‘Old Delhi’ –y este país, por extensión- y caer… en busca del primer vuelo de vuelta a casa. Consuela poco saber que estas gentes, en su sencillez existencial y en sus convicciones morales, parecen aceptar su destino más allá de la resignación.
Un paseo en ‘rickshaw’ a pedales por los inmundos callejones de esta parte de la ciudad es como sumergirse en una cloaca. Los pasadizos se asemejan más bien a estercoleros, donde la gente come, se lava, alivia sus entrañas… todas las manifestaciones poco elegantes de la vida se dan aquí. Ver como la espalda de nuestro conductor se combaba en el esfuerzo de subir alguna pequeña cuesta me ha situado al borde del llanto. Pero así es el viejo Delhi, y así es este país, y poco después de contemplar a una niña jugarse el tipo sobre una cuerda a cierta altura a cambio de unas monedas, y cómo un grupo de jóvenes gamberros al volante arrollan a un motorista, pasas a admirar la riqueza de un templo Sikh, con revestimientos y columnas de oro macizo, cuyo valor podría permitir comprar una central nuclear de las muchas que hay en el país… tremendo. 

MINARETE DE QTAB
Y cuando tras las ineludibles fotografías del fuerte rojo y la mezquita de marcado estilo mogul Jama Masjid -con su regimiento de palomas alimentadas con generosidad con sacos de mijo y maiz-, uno se sitúa en la suntuosa avenida de Raj Path, donde se encuentra la ‘Indian Gate’ con su llama eterna y los nombres de los 85.000 indios caídos en las diversas guerras del siglo XX, y el palacio presidencial de Rashtrapati Bhawan -más grande que el de Versalles- todo vuelve a cambiar radicalmente… aunque ahí están los ejércitos de Tuc tucs amarillos y verdes que pierden piezas por todas partes –eso sí, con taxímetros digitales- para recordarte dónde estás. Parques enormes y bien cuidados con diseños escultóricos futuristas, donde las viejas de coloridos ‘saris’ alimentan a los perros y les ponen collares de flores, ejecutivos con el último grito de ordenador tomando café en la terraza de ‘Starbucks’, mausoleos de una belleza sobrecogedora como el de Humayun, tiendas de alta gama con zapatillas deportivas a 200 euros el par, enormes minaretes con casi 1000 años de antigüedad como el de Qtab… todo eso, pero mucho más sin duda, es esta increíble ciudad.


INDIA GATE

Una visita nocturna a la estación de tren de Hazrat Nizamiddin ha sido, para un chico acostumbrado al esquemático y limpio diseño de Madrid Puerta de Atocha, como un pequeño descenso a los infiernos ferroviarios. Los andenes rezuman de la misma sórdida vida que contemplé en los callejones de la vieja ciudad, y las vías muestran fuegos de hogueras entre ellas, vaya Vd. a saber con qué objeto, mientras largas composiciones de EMUs  locales, de un amplio gálibo, digno de su ancho de vía de 1676 mm., desfilan con sus puertas abiertas y la gente a punto de caer desde ellas saludando…las vías son cruzadas aquí y allá por viajeros impacientes (obligando con ello a los trenes a velocidades necesariamente bajas al paso por la estación), compartiendo espacio con montones de basura y ratas del tamaño de gatos pequeños. El tremendo contrapunto lo pone la tecnología de suministro de información en cabina que observo a pie de las señales, de última generación, como en muchas líneas europeas… que país. 

 

ALA'I DARWAZA
Sin embargo, un embrionario orden parece latir en todo este submundo caótico… tras la cena en un decente restaurante al lado de la estación, los guardias nos han conminado a abandonar ésta precipitadamente, tras encontrarse unos sospechosos equipajes abandonados en el patio de acceso (no me imagino cómo han podido saberlo, entre centenares de paquetes y fardos de viajeros). En el fondo -muy en el fondo-, todo parece funcionar, de alguna manera.


 Tal cúmulo de impresiones siguen alterándome el ánimo cuando por fin me veo tumbado en mi lecho, y es una pena, porque a las cuatro de la mañana hay que levantarse para coger el tren de Agra. Los mosquitos harán el resto para acabar de romper el sueño.



        ** 12 DE NOVIEMBRE ** (Haz click aquí para mapa de ruta)
                                                   

DESDE EL AVIÓN

Para llegar al impoluto aeropuerto internacional del Imam Khomeini, se pasa antes por el mausoleo del mismo clérigo, que entre dos luces se muestra magnífico en su tremenda superficie. El vuelo hasta Doha ha sido muy tranquilo, y me ha permitido unas hermosas panorámicas nocturnas de Kashan y de mi querida Isfahán. Muy distinto es el panorama que se muestra de Bahrain y de la capital de Qatar desde el aire. Varios vuelos en círculo efectuados sobre el lugar en espera de ‘slot’ nos han enseñado enormes rascacielos de diseños casi surrealistas, autopistas totalmente iluminadas que cruzan mares, amplias avenidas y glorietas de geometría perfecta, y cuadriculados complejos de ‘marinas’ para acaudalados prebostes… esto no es Oriente. La comunidad que inunda el aeropuerto es la amalgama más completa de razas y nacionalidades que imaginarse uno pueda. Es perentorio escapar cuanto antes.

LAKSMIN NARAYAN
Tres horas de vuelo sin avisos de turbulencias, y la sobrecogedora imagen de un horizonte inflamado de agrestes cumbres nevadas que despuntan sobre las nubes, anunciando la proximidad del Himalaya,  me dejan en el extenso aeropuerto de la capital de la India, una instalación de 200 km² que lo convierten en el cuarto del mundo por nivel de tráfico. De camino al hotel, la India comienza a mostrar sus peculiaridades. La indisciplinada forma de conducir de los nacionales (nada lejana a la de sus primos persas), y su continuo uso del claxon -solicitado esto último por los vehículos más lentos en letreros pintados en su parte trasera (!!)-, no estorba a varios grupos de indolentes vacas que descansan en la cuneta, ni a los abundantes perros, monos y ardillas (todos ellos bien alimentados, como más tarde sabremos por qué), aunque luego mi guía me dirá que las vacas están siendo retiradas del centro de las ciudades, por peligrosas para el tráfico. Y, más allá, en las aceras… gente, mucha gente, ocupados en asuntos diversos o absolutamente ociosos, en la típica posición de cuclillas de los hombre de oriente, o tumbados, sin más…

Con tan sólo una hora y media de descanso en el hotel, y los sentidos embotados, me encuentro con Ankit, que será mi segundo ángel de la guarda (ya dije que tengo otro, a dedicación completa) durante mi estancia en el subcontinente. Es un encanto de muchacho, y con un profundo conocimiento de la historia de su país.

'GURUDWAR' DE BANGLA SAHIB
 Delhi es una locura  de veinte millones de almas, y sin embargo ofrece mucho más que cualquiera de las ciudades vistas hasta ahora. Hoy me ha enseñado, en la parte nueva y con ayuda de Ankit, su cara más amable, más espiritual, tras las visitas a Laksmin Narayan, un templo hinduista, y al ‘gurudwar’ (edificio religioso Sikh) de Bangla Sahib, colorista y bullicioso… Me gustan los Sikhs y me gusta su forma de ser repetuosa pero altiva. Su religión, como la hinduista y la budista, impregna a estas gentes de un profundo respeto hacia las demás formas de vida. No se percibe, por ello, ninguna sensación de peligro conviviendo con los hindúes. Aunque los detectores de metales instalados a la entrada de todos los lugares públicos (y atendidos por los uniformados de un modo excesivamente relajado), nos recuerdan constantemente que las amenazas son de otro tipo.

Connaught Place posee un significado marcaje británico, como muchos otros edificios de esta zona de expansión de la ciudad bajo el protectorado. En sus cercanías, saboreo por primera vez la comida hindú: aquí todo o casi todo es ligera, moderada o escandalosamente picante, y muy especiado. Y es una suerte, porque mi estómago resiste bien estos embites gracias a que adoro la comida rabiosa y casi nunca falta en mi dieta. Tan deliciosa experiencia sensorial me deja en condición óptima para un descanso reparador, apenas perturbado por los silbidos de los trenes de una línea cercana que sin embargo, no se dejan contemplar. Vishnú así lo quiere.




▲▲▲ capítulo 1 – LOS TRENES DEL
ANTIGUO IMPERIO MOGUL (i)


SEGUNDA   PARTE 

sábado, 4 de agosto de 2012

** PRIMERA PARTE, CAPÍTULO 4: LOS TRENES DE LA RUTA PERSA DE LA SEDA - DÍAS 05, 06, 07, 08, 09, 10 Y 11 DE NOVIEMBRE - 2011 **

  
PRIMERA    PARTE



capítulo 4 – LOS TRENES DE LA RUTA
       PERSA DE LA SEDA 


        ** 11 DE NOVIEMBRE ** (Haz click aquí para mapa de ruta)
  
La traviesa bailadora de los vetustos bogies Minden que equipan los coches ex-Renfe ha hecho honor a su nombre esta madrugada, y, por momentos, un inmisericorde movimiento de lazo se ha apoderado de nuestro habitáculo haciéndonos sentir que viajábamos en una enorme coctelera sobre ruedas. Del cochambroso estado de los vehículos puede dar una idea asimismo el hecho de que buena parte del periódico de cortesía suministrado ha tenido que ser empleado en asegurar las juntas entre las hojas de las ventanas para evitar el terrible ruido que producían durante la marcha. Al cerrar alguno de mis compañeros la puerta, todo el paño de cristal de la parte superior se ha desprendido de una pieza, sin romperse. Tras un buen rato de soluciones improvisadas, hemos conseguido fijarla con la ayuda del mismo periódico y algo de cinta adhesiva. Mi vecino de asiento, un aunténtico ‘gentleman’ persa –ocupado casi constantemente con su ordenador-, que ha viajado bastante por China y España, se pregunta por qué dedican el peor material a la que debería ser la relación estrella del país, entre las dos principales ciudades, mientras que a otras les asignan los cómodos y rápidos ‘turbotrenes’, unos vehículos que en otras partes del mundo dejaron de circular cuando se encontraban en pleno apogeo, debido a la crisis del petróleo de mediados de los años setenta. Sus turbinas de origen aeronáutico aseguraban un rendimiento excepcional, a costa asimismo de un consumo excepcional y de contribuir en su medida al calentamiento global. En Francia cayeron primero, luego en Canadá y en EEUU, pero aquí siguen circulando a 160 km/h por la línea de Teherán a Mashad, la única dotada íntegramente de vía doble en el país. Para el anecdotario queda que el primer tren de Alta Velocidad europeo, el TGV-001 experimental, fue también un turbotrén.

TEHERÁN CON LOS MONTES ELBURZ NEVADOS


AVENIDAS VACÍAS EN TEHERÁN
Hoy Teherán me ha parecido más amable. La inestabilidad atmosférica de estos días, se ha traducido aquí en abundante nieve en las cumbres de los Elburz. Es viernes, fiesta musulmana, y el tráfico es menos denso, aunque para subir a la estación inferior del telecabina de Tochal, nos hemos sumergido en un terrible atasco por espacio de una hora; pues el mencionado artilugio constituye una de las atracciones preferidas por los locales para sus días de esparcimiento. Teherán trepa tímidamente por la falda sur de los imponentes Elburz, más allá de los cuales se encuentra la depresión del mar Caspio, con sus factorías de producción de caviar, vigiladas celosamente para evitar la difusión de los secretos procedimientos de elaboración del exquisito manjar. Cuando los bloques de viviendas no pueden progresar más por la ladera, se recurre a una extensa red de telecabinas para alcanzar las cumbres, sus estaciones de invierno y sus hoteles de lujo. Porque, sí, esta es la zona noble de Teherán, la norte, en equivalencia con otras capitales del hemisferio septentrional.



El de Tochal lo constituyen cinco largos tramos enlazados, que en conjunto superan los diez kilómetros de longitud. Hoy, por excesiva afluencia, han cancelado las subidas a partir de un determinado momento. Pero, gracias a la amabilidad persa, las puertas se han abierto finalmente para el extranjero, aunque sólo se me he permitido subir hasta la segunda estación. Ha sido más que suficiente. Puedo asegurar que, de no haber sido por mi manifiesta alopecia, los cabellos se me habrían erizado. La altura a la que vuelan las sucias y minúsculas cabinas entre los valles es terrorífica. Cuando la misma se reduce, y los pequeños cascarones se acercan a los caminos, se convierten en excepcionales blancos para los proyectiles de nieve lanzados por los caminantes y montañeros. Una curiosa pero irritante afición local.

TORRE AZADI
La visita a la torre de comunicaciones (quinta en el mundo por altura), a la que finalmente no he podido subir debido igualmente a la afluencia de público, y a la torre Azadi, en la plaza del mismo nombre, son los últimos retazos que me llevaré de Teherán y del país, antes de dirigir mis pasos hacia la India, en un cambio de cultura de profundo contraste. Hoy, 11-11-11, fecha cabalística en el imaginario colectivo musulmán, me alejaré de un gran país y de sus maravillosas gentes, ambos con una identidad singular y seductora. Aquí, todo tiene más fuerza y es más genuino. Los bazares no son tan alegantes, quizá, como sus primos de Estambul o de Aleppo, pero sí más auténticos. Y la voz del muecín llamando a la oración se torna más grave, más solemne…





        ** 09-10 DE NOVIEMBRE ** (Haz click aquí para mapa de ruta)



JARDÍN ISFAHANÍ
PALACIO DE CHEHEL SOTUN
Un fastidio. No hace ni un mes que se inauguró la línea ferroviaria desde Isfahán a Shiraz. Es realmente una contrariedad, pues de haber sucedido ello antes, el viaje habría sido programado tomando el avión hacia la India desde esta última ciudad, con la triple ventaja de ahorrarme el obligado retroceso hasta Teherán y una hora de vuelo, y, por supuesto, haber visto Shiraz, ‘la ciudad del vino, las flores y las bellas mujeres’ (no quiero ni pensar cómo serán éstas), y visitado las ruinas de Persépolis, únicas en su genero. Me recuerda ello un episodio de parecida factura vivido hace años en Australia, que me hizo perderme una más que interesante ruta ferroviaria recién inaugurada. La historia siempre se repite.


MEZQUITA DEL VIERNES
Mi tercer día de estancia en Isfahán ha amanecido cubierto, y con unas temperaturas muy bajas para esta época del año, me aseguran. Las noticias que me llegan tampoco contribuyen a caldear el ambiente, con una tensión creciente entre Israel e Irán, que ha amenazado con una retórica apocalíptica a los hebreos si se atreven a intervenir (más tarde, de vuelta en España, sabré que, efectivamente, durante mi estancia en el país, sucedieron acciones de naturaleza bélica, pero que se quisieron mantener en un perfil tan bajo que apenas se supo de ellas). Además, otro terremoto ha castigado de nuevo la zona este de Turquía -por la que circulamos apenas hace unos días-, con nuevas víctimas mortales; quiere ello decir que he logrado pasar por la zona en tren en el intervalo entre los dos desastres. Mi ángel de la guarda haciendo horas extras…          


DECORACIÓN DE LA MEZQUITA DEL VIERNES
Concentrémonos, pues, en las alegrías que produce esta ciudad extraordinaria. Isfahán, ‘la mitad del mundo’, como reza el aforismo local, la ciudad que en algún momento fue la capital más importante del mundo civilizado… muestra sus mil caras a cada paso que da el viajero. Occidente y Oriente se dan la mano aquí, y de tal fusión nace el genuino carácter persa, orgulloso pero afable. Este carácter da a estas gentes unos atributos de honradez y sencillez que son de admirar, como su amabilidad y su disposición a ayudar al extranjero. Hoy, por ejemplo, en mi paseo desde el bazar hasta la Mezquita del Viernes, no he sabido situarme en la cuadrícula del mapa, y, al preguntar, un amable muchacho me ha aconsejado coger un taxi, pero al instante se ha ofrecido a llevarme él mismo en su auto. Me confiesa durante el viaje que es armenio. Y en el camino de regreso,  el jovencísimo conductor de un taxi ‘no oficial’ se ha ofrecido a hacer el trayecto por un importe que a un español se le puede antojar ridículo, pactado el mismo de antemano. Al llegar a mi destino, y tras relatarme de forma pícara su azarosa vida sexual (!!), ha rechazado del modo más amable, pero con el orgullo de su raza, los 20.000 riales que le intentaba dar de propina (aproximadamente un euro al cambio); ‘esto es suyo, caballero’, ha manifestado mientras me tendía su mano para devolverme el dinero. Me sería fácil hacer una odiosa comparación entre miembros de este gremio de distintas nacionalidades.

CATEDRAL ARMENIA DE VANK
ISFAHÁN

PALACIO DE HASHT BEHESHT
Porque sí, existe una potente comunidad de armenios en Isfahán, como la hay de judíos, y de cristianos, y de zoroastrianos (grupo muy respetado en el país). La libertad religiosa es una realidad en Irán. He visitado durante la mañana la sobria y característica catedral Armenia de Vank, cuyo interior, en contraste, se encuentra completamente cubierto por unos frescos de una riqueza cromática que asombra. Al momento siguiente, en un rápido cambio de credo me encuentro en lo que queda del templo de fuego de Atashgah, situado en una alta y reseca colina, que en su momento fue de gran importancia en los ritos zoroastrianos. Se construyó durante el reinado sasánida, hace la friolera de quince siglos.

 Desde esta altura, observo por primera vez las dimensiones de Isfahán, que inflama los horizontes abiertos con construcciones de todo tipo. Una vasta superficie, equivalente quizá a la del ‘Greater London’, se desparrama a mis pies, en la que faenan y se desenvuelven varios millones de almas. La visión deja una impresión profunda.

Isfahán son también los minaretes basculantes de Menar Jamban (¡juro que se mueven cuando alguien subido a su extremo superior los agita!), los suntuosos palacios de Hasht Best y Chehel Sotun (o de las cuarenta columnas), en cualquiera de los cuales le parece a uno que podría toparse con Sherezade y sus cortesanas, y el puente Khaju, delicado en sus líneas pero robusto en su doble condición de puente y represa. Por todos estos emblemas y su sentida alma oriental, la ciudad es tremendamente seductora.                                                       



 Como seductora es su cocina, a uno de cuyos platos me he hecho un serio adicto; el ‘Dizi’ es un escándalo de sensaciones para el paladar… de hecho es plato nacional, y parece ser que yo he degustado la variante local. Es una especie de cocido de garbanzos, carne y especias –no picantes; a diferencia de los países de su entorno, el picante en Irán es muy raro-, que se sirve de forma ritual dando lugar a un pequeño espectáculo en su preparación. Todos los días lo he saboreado en el mismo restaurante tradicional donde uno no se sienta a la mesa, sino en la mesa. Aunque está tan bueno que ni me ha molestado agacharme para llenar la cuchara del manjar.

Pero la hora de la despedida del lugar va llegando, y no encuentro mejor modo de hacerlo que en la plaza Meydan-e Naghsh, bañada por la luz de un arrebatador atardecer del desierto, mientras tras la cúpula de la mezquita Sheik Loftollah comienza su ascenso una hermosa luna llena, y departiendo con los locales, que me muestran sin pudor su lado más humano, más próximo, y a los cuales correspondo de igual forma. Es tan fácil interaccionar con esta gente, que no puedo pensar mas que son encantadores. Una gran nación.

Casi al abandonar la plaza he coincidido con un curioso personaje de Vitoria, que ha vivido largo tiempo en la India, y que me proporciona vivencias y consejos para mi cercana estancia en el país. Los viajeros genuinos habremos siempre de encontrarnos en sitios como éste, coincidimos ambos. Y al despedirme de él, me despido también de la plaza con congoja. Es seguro que en ella quedará por siempre un pedacito de mi corazón.


LUNA LLENA SOBRE ISFAHÁN
Ya en la estación de nuevo para tomar el tren de vuelta a Teherán, he tenido que utilizar el viejo y manido truco, pero que no ha perdido un ápice de eficacia con los años. Cuando, tras el interrogatorio al que me han sometido los uniformados en un estrecho y opresivo cuarto, les he enseñado unos vídeos sobre mi labor profesional, la tensión ha mutado en sonrisas y la incomodidad se ha esfumado. No falla nunca.  Y en los andenes por fin, otra composición que en algún momento circuló por la lejana Iberia, me recibe para llevarme lejos de Isfahán. Mi sonriente compañero de departamento y yo, en un gesto excesivamente generoso, les hemos cedido nuestras plazas a los profesores de un nutrido grupo de ruidosos escolares, que llenan prácticamente el tren, y hemos salido perdiendo en el cambio, debiendo compartir con otros dos hombres de mediana edad el escaso espacio. Cuando por fin nos movemos, la misma luna persa de la plaza Meydan-e Naghsh inunda de tibia luz nuestro compartimento.




          ** 07-08 DE NOVIEMBRE ** (Haz click aquí para mapa de ruta)


ISFAHÁN. PUENTE SIO SE POL (SIO SEH)
Qué casualidad. En la estación de Kashan, coincido muy de madrugada con la joven –en riguroso chador negro de la cabeza a los pies- con la que compartí departamento en el tren desde Teherán, y taxi en el recorrido urbano por Kashan –y que, encantadora ella, insistió en pagar-. Se dirige de vuelta a la capital, con lo que nuestra escala ha sido la misma. Los dos expresos nocturnos entre Teherán e Isfahán tienen su cruce aquí, dentro de un breve lapso. La espera la ameniza una locomotora diesel, que maniobra perezosamente para acoplarse a una reducida composición de mercancías. La observación de los movimientos me depara varios detalles jugosos: los iraníes emplean el mismo tipo de enganche semiautomático usado en los países que constituyeron la antigua URRS, en Mongolia y en Finlandia. Y el tren carece de cualquier señalización por cabeza y cola que no sea el foco de gran intensidad de la locomotora. Curioso.

LLEGADA A ISFAHÁN
ESTACIÓN DE ISFAHÁN

Cosas del destino, el último tren que cogeré para llegar a Isfahán, como el primero con el que comencé esta ruta es… español. Reconozco perfectamente nuestros antiguos coches ‘ochomiles’ transformados, equipados con el clásico bogie ‘Minden-Deutz’, y con la especial librea azul-blanco con la que se vendieron hace ahora unos veinte años, y que conservan el marcaje español en el chasis. El interior con moldeados plásticos es típico de la reconversión sufrida durante los años 80-90, pero a estas alturas de su vida, estos vehículos, con casi cincuenta años en total a sus espaldas, aparecen desvencijados y estropeados con el uso, como el resto del parque de coches iraní, necesitado de una evidente renovación. Me toca compartir departamento con una pareja de jóvenes de lo más simpático, y por sus rasgos físicos, cualquiera podría decir que ella es de origen escandinavo, pongo por caso. Así de curioso es el fenotipo persa. Y tras departir un ratito con mis compañeros, eventualmente me las arreglo para dormir unas buenas horas en la litera superior.


Et… voilà, Isfahán. He llegado a Isfahán. Al poner los pies en los andenes de la estación, un ejercicio de reflexión sobre lo conseguido tras 8000 kilómetros en tren desde que hace dos semanas abandoné España, me ha llevado repentinamente a sentirme tan vivo que me han dado ganas de gritar, cual corredor que rompiera la cinta al cruzar la línea de meta; ha sido breve, un momento de alborozo interior como hace tiempo que no experimentaba, y que me llevaré a la tumba como preciado tesoro.


La estación de la ciudad, muy simple y sin muestra alguna de tráfico de no ser por nuestro tren, se encuentra situada a diez kilómetros del centro, algo típico en este país. Pero el trayecto en taxi hasta el hotel ha sido magnífico, con las primeras luces del día alumbrando el enorme oasis donde se encuentra la ciudad, entre altas y ásperas montañas por dos de sus flancos. Un paisaje turbador. Como encantador es el hotel en que me alojo, digno de figurar en cualquier relato exótico sobre oriente. De hecho, es una visita aconsejada más entre las muchas que se pueden hacer en la ciudad, por tratarse de un antiguo ‘caravansari’ del siglo XVIII, y por tener anexa la madrasa Chamar Bagh, con una de las cúpulas decoradas en cerámica verde más elegantes de esta bella metrópoli. El hotel está situado muy céntrico, lo que me permite acceder a pie a lo que con seguridad constituye el epicentro de esta hermosa ciudad:                
MEYDAN-E NAGHSH-E-JAHAN
la plaza Meydan-e Naghsh-e-Jahan. Al ingresar en la misma, uno queda sobrecogido por sus dimensiones (es la segunda más grande del mundo, tras la de Tiananmen). Es patrimonio de la humanidad, y su perfecta unidad estética es quebrantada por cuatro elegantes contrapuntos; primeramente, en el extremo sur, y con una doble entrada que permite un ángulo de unos 45 grados para ser convenientemente orientada hacia La Meca, se encuentra la mastodóntica mezquita Majed-e Emam, pionera en el sistema constructivo de la doble cúpula, una creación de los arquitectos safávidas. Si uno se sitúa en el centro de la misma, una palabra susurrada llega perfectamente a cualquier rincón del 'mihrab', de tan conseguida que está la acústica. 

INTERIOR DE MASJED-E EMAM
INTERIOR DE MASJED-E SHEIKH LOFTOLLAH
En el lado este se encuentra la mezquita Masjed-e Sheikh Loftollah, un reciento privado, sin minaretes,
EFECTO ÓPTICO EN PUENTE SIO SEH
 para la oración de la familia real en tiempos prerrevolucionarios, cuyo interior se muestra de una reposada belleza. Por el norte aparece el suntuoso bazar, al que se accede tras flanquear el portal delicadamente decorado de Qaisarieh. Es en este bazar donde late el verdadero corazón de Isfahán, lleno de rincones que sorprenden, casas de baño, salones de té, y hasta un ‘caravansari’. Sus cinco kilómetros de callejones y galerías hacen de él un laberinto en el que cualquiera puede perderse con facilidad, aunque…siempre se llega a una salida. Y por fin, en el lado oeste se encuentra una obra maestra del periodo safávida: el palacio Ali Qapu, cuyas seis plantas ofrecen al visitante sugerentes retazos de la vida palaciega de hace cuatro siglos. Un pasadizo subterráneo que cruza la plaza, lo comunica con la mezquita Masjed-e Sheik. La decoración de alguna de las salas, como la dedicada a audiciones privadas, es sencillamente espectacular. Es una pena que el exterior esté afeado por los andamios de la obra de restauración que sobre ella se está efectuando, hecho que penosamente también sucede con la mezquita de Masjed-e Emam.                                                                                                              
                                                                                                                                                     
                                                                                                                                       
MASJED-E SHEIKH LOFTOLLAH
                                                                                             
PATIO DE MASJED-E EMAM
La cortesía iraní me ha hecho compartir conversación y más de un te con varios locales, alguno de los cuales habla un excelente español, en una casa de venta de alfombras en un rincón de la plaza. Unos cuantos acercamientos de muchachas sonrientes y atrevidas y sus propuestas de matrimonio han terminado por sacarme los colores (me sucedió en Kashan también anoche con una mujer y su hija). Qué frescura muestran y qué audaces, en su sencillez, son las mujeres iraníes, y… ¡qué guapas! A lo largo de una vida de viajero, el origen de las mujeres más hermosas –a mis ojos- ha ido migrando. No fue en Rumania, ni en Letonia, ni en Turquía, ni en Siria… decididamente la belleza se inventó en Persia. Jamás había visto nada parecido. Y jamás habría podido sospechar tamaña frivolidad en una sociedad como esta.

Las últimas horas de la tarde me sorprenden en otra de las maravillas de la ciudad: el puente Sio Seh. Hoy es la fiesta del Haji (la peregrinación a La Meca), y la sociedad de Isfahán se desparrama alrededor de la bella construcción de 33 arcos, celebrando, bailando o merendando en los jardines de las orillas. A esta hora, el reseco lecho del río Zayandeh comienza a llenarse de agua, proveniente de un lejano embalse entre las montañas que es aliviado en momentos puntuales, y es una bendición sentir la luz crepuscular que se filtra entre jirones de oscuras nubes, reflejada en estas aguas nuevas.

MEYDAN-E NAGHSH-E-JAHAN (ARRIBA)   ---   ATARDECER EN EL RÍO ZAYANDEH (ABAJO)


         ** 06 DE NOVIEMBRE ** (Haz click aquí para mapa de ruta)


TREN CON DESTINO KASHAN Y BANDAR-E-ABBAS LISTO PARA LA SALIDA EN  TEHERÁN
         ‘En el nombre de Dios, el misericordioso, el compasivo’
(Cita que incluyen todos los libros de texto en Irán)

Mi espíritu inquieto seguramente necesita emociones como las que me ha deparado la jornada de hoy, para poder rellenar con sólida argamasa de viajero los huecos entre los ladrillos de la ruta. El día ha amanecido en Teherán con lluvia intermitente y feos nubarrones, en todos los sentidos. Muy de mañana, y con gran esfuerzo, he conseguido contactar con la embajada española, y una funcionaria cordial, cercana y extremadamente amable me ha asegurado que pesa sobre el país una ‘amenaza real y específica’ -en sus palabras-, e informada de que viajo sólo, me ha pedido el número de móvil, ‘por si acaso’…

ESTACIÓN CENTRAL DE TEHERÁN
Poco después, el mismo simpático chófer que me recogió el otro día en la estación a la llegada de Estambul, me ha devuelto a la misma tras el desayuno. Pero hoy no ha estado tan simpático; mis preguntas sobre la amenaza israelí han logrado incomodarle hasta tal punto que apenas ha abierto la boca para responder. Al apearme del coche delante del masivo y moderno edificio ferroviario, ha llegado –me he supuesto- su venganza por el interrogatorio anterior: me ha alertado muy serio sobre el peligro en el viaje, haciendo subir mi grado de excitación varios enteros.
COLORIDOS COCHES DE VIAJEROS
Desde luego, al acceder al vestíbulo de la estación, uno no encuentra motivos para tal advertencia. Tras un escáner de equipajes, se ha de pasar de uno en uno por las puertas practicadas en una barrera acristalada que se extiende de pared a pared, y en ellas unas chicas solicitan el billete y una identificación, por llevar aquél impreso el nombre del pasajero. En mi caso, ha sido obligada la incómoda visita al departamento de ‘policía para extranjeros’. Y una vez en el vestíbulo, nadie puede acceder a los trenes hasta que no son anunciados, una media hora antes de la salida, momento en el que se abren las cancelas de acceso al andén, situado a un nivel inferior, disposición que recuerda a la de la madrileña estación de Chamartín. Durante la espera, el lado más humano de los iraníes se me revela de las formas más amables: un anciano me invita a un limón que acepto gustoso, y al momento una encantadora y muy viajada señora mayor a la que un hilo de saliva no deja de manarle desde una esquina de sus labios coloreados, me ha pedido que le seleccionara la hora en su teléfono móvil, agradeciéndome de forma  sincera la ayuda.

Cuando finalmente se anuncia nuestro tren y bajamos al andén, he tenido que sortear al pie de las escaleras mecánicas a una mujer y a su niña pequeña, hechas un ovillo tras caerse y darse un considerable golpe al intentar poner el pie en ‘tierra firme’ tras el descenso… finalmente consigo parar la escalera, y la mujer y su retoño se levantan sin aparente daño, envuelta la madre en un largo chador negro, que seguro que no ha ayudado mucho en la maniobra de bajada.



El esquema de vías de la estación central 
es sencillo, denotando unos índices de tráfico de pasajeros más bien escasos. Con gran disimulo, he conseguido hacerle la fotografía de rigor a la locomotora que nos remolca, pues la chica del control me ha advertido en tono seco que ‘fotos no’. El viaje de unas cuatro horas lo haré en el departamento de literas de un coche destartalado como sus hermanos de composición –cuyas puertas exteriores cierran con llave durante la marcha los empleados del ferrocarril-, compartiendo espacio con viajeros nacionales, relajados y simpáticos, con ocasionales diálogos gestuales y bastantes risas… de alguna forma conseguimos entendernos en lo relativo a nuestras ocupaciones y ‘status’ familiar, y me invitan a patatas fritas, agua, una manzana… 
Nos alejamos de las montañas Elburz del norte, hasta ingresar en una llanura de horizontes infinitos, que corresponde a la parte occidental del desierto de Kavir. En algún momento al sur de Qom -ciudad reverenciada en el universo religioso chií, y prácticamente vedada a los occidentales-, este paisaje ha aparecido cubierto con parches de nieve fresca. La superestructura invita a la velocidad a nuestra locomotora yankee, y ésta se anima en alegre marcha. Calculo que la punta en varios trayectos habrá rozado los 140 km/h. La línea, que es de vía doble sin electrificar, desde luego tiene un excelente trazado, y el espesor generoso del balasto, el grueso carril, la traviesa monobloque de hormigón y la amplia entrevía sugieren que, con una inversión no demasiado elevada en agujas y en sistemas de seguridad, la velocidad podría ser elevada considerablemente.

VIVIENDA TRADICIONAL ABASÍ
LLEGADA A KASHAN
TORMENTA SOBRE KASHAN
Por la derecha se acercan poderosas de nuevo las montañas persas cuando por fin llegamos a  la estación de Kashan. En ésta, una inoportuna fotografía del tren me cuesta un control de pasaporte por cuenta de dos uniformados ociosos. E instalado por fin en el hotel, salgo disparado en en el coche con chófer que contraté para, en unas pocas horas, y ya completamente de noche, intentar sacarle el máximo partido a una ciudad que sí cuenta ya con parte del encanto de oriente, pero tras visitar unas casas tradicionales abasíes y unos baños, comienza a descargar una tremenda tormenta de agua y aparato eléctrico, que deja sin luz a varios sectores de la ciudad. Es imposible continuar la visita, pero la vuelta en coche hasta el hotel, con la forma de conducir de estos chicos, la calzada llena de balsas de agua y los rayos cayendo por todas partes, con el aderezo del reproductor de audio al máximo volumen, ha sido como subir en una montaña rusa. Definir la experiencia como excitante es quedarse corto.

Y el día no da más de sí. Una exigua cena y un exiguo descanso me recomponen el alborotado ánimo para, a las dos de la mañana, tomar el tren a Isfahán. A Isfahán



          ** 05 DE NOVIEMBRE ** (Haz click aquí para mapa de ruta)


BILLETE IRANÍ DE TREN. ESTÁ CLARO.

ARQUITECTURA DE TEHERÁN
 Llegar en tren a Isfahán conlleva pequeños y no tan pequeños inconvenientes. Anoche, a la llegada al hotel me entregaron tres billetes de tren impresos en su totalidad en farsi y, como si de escritura cuneiforme se tratara, me tuve que poner a la labor de descifrar fechas y horas de salida de los convoyes, apoyándome en  la información que los recepcionistas me transmitieron en su deficiente inglés, en mi familiaridad con la estructura de los modernos billetes ATB –de los cuales los billetes iraníes son primos-, y en mi conocimiento de las cifras del uno al diez en farsi, adquirido durante la comida de ayer en charla con dos simpáticas jóvenes de Teherán. Finalmente, el tren desde la capital a Kashán sale a las 13.40 del día 6, pero para el siguiente trayecto hasta Isfahán debo estar en la estación de Kashan a la 1.45 de la mañana del día 7, haciendo por tanto una breve escala de 8.30 horas en el lugar –que promete ser hermoso-, y un igualmente  exiguo uso del hotel. Como el siguiente tren, el de Isfahán a Teherán sale a las 21.40 del día 10, ello me deja nada menos que tres jornadas y media para explorar la joya de oriente y la que da sentido y nombre a este viaje. Todo se debe a que algunos de los trenes circulan únicamente una vez por semana. Pues todo sea por Allah.




ESCRITURA ANTIGUA. MUSEO NACIONAL
 MUSEO NACIONAL
  Teherán agota. Este engendro urbanístico de más de doce millones de habitantes es sucio, caótico y casi asfixiante. Se desparrama sobre una enorme extensión de terreno a alturas dispares entre los 1300 y los 1800 m. de altitud y, como quiera que apenas hay edificios altos (supongo que por aquello de los terremotos), uno, al recorrer sus avenidas en taxi no descubre diferencias apreciables entre unas cuadrículas y otras. La visita guiada me ha llevado a algunas mezquitas y a varios museos, cuyos lienzos y damasquinados corren peligro de desaparecer con el barniz de una contaminación potente como no recordaba… un par de interesantes palacios y, por supuesto, el gran bazar han completado la visita, este último de unas dimensiones formidables, aunque menos glamuroso que los de Estambul o Damasco.


PALACIO GOLESTAN EN TEHERÁN
 Las únicas emociones algo intensas nos las ha deparado el cruce de las avenidas saturadas de coches, en las que nadie toma en consideración los pasos de cebra ni los semáforos, teniendo en cuenta que en una de aquellas dotada con tres carriles, pueden caber cuatro coches y un autobús, ello sin contar con los vehículos que se puedan encontrar dando marcha atrás, o el ejército de motocicletas de pequeña cilindrada y de manufactura local, china o hindú, que circulan ‘a contravía’. Un auténtico ejercicio de suicidas. Y lo curioso es que la ciudad está dotada con dos eficientes líneas de metro, pero con el nombre de las estaciones escrito exclusivamente en farsi,  creo que es más de lo que mi voluntad de viajero está dispuesto a afrontar; supongo que con las dificultades experimentadas en el pasado en el metro moscovita -con la información escrita en cirílico- en varias expediciones a la ciudad, ya he agotado el cupo de tiempo perdido en redes subterráneas 'exóticas'. 

  Así pues, y dado que la ciudad, en un análisis seguramente demasiado superficial, se muestra como una pequeña decepción para el viajero, toca retirada a hora temprana al hotel, sólo para encontrarme en el 'Iran News' (que ha contribuido estos días a actualizar mi información sobre la realidad mundial) la desalentadora noticia de que Israel, con el apoyo de EEUU, ha amenazado al país con un ataque inminente. El día, ahora sí, termina con impresiones fuertes.


LA AMENAZA ISRAELÍ A IRÁN. Haz click aquí.


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